Otra relación que nos ha traído la posmodernidad acerca de la obra artística y su comprensión es el vínculo entre la creatividad y el caos, cómo el arte se renueva al abandonar las directrices implantadas por la sociedad a través de la irrupción del desorden, produciendo así nuevos criterios estéticos que abandonan las normas que funcionan, no solo como ordenamiento conceptual, sino como forma de dominio social.
En el último trabajo conjunto de Gille Deleuze y Felix Guattari, ¿Qué es filosofía? (1991) y en el cual se resumen las ideas trabajadas por ellos en la dos décadas anteriores, se señala cómo el hombre produce ideas que se relacionan entre ellas de acuerdo a un mínimo de reglas constantes, y de esa forma, establecer un orden que los proteja del caos.
Este mínimo de reglas corresponde a la cultura humana en sí, la cual, según Deleuze y Guttari, está integrada por tres planos básicos: la ciencia, que es el plano de las referencias y donde se producen las coordenadas científicas; la filosofía, que es el plano de la inmanencia y en donde se producen los conceptos; y el arte, que es el plano de la composición y en donde se producen las sensaciones o figuras estéticas.
Estos planos están predispuestos para establecer orden en nuestros pensamientos y tienen que ser «rasgados» para poder sumergirse en el caos, en lo que ellos llaman des-territorialización, y así poder generar nuevas coordenadas, conceptos y sensaciones que amplíen el territorio: paradójicamente, para que a partir del caos se genere el orden al ser reabsorbido en la maquinaria cultural.
Este abandono a lo establecido es lo que propicia las manifestaciones artísticas que irrumpirán en el arte como nuevas tendencias, así como lo hiciera en la pintura Claude Monet o Edgar Degas en el impresionismo en contraposición al anterior movimiento realista de Gustave Courbet o Jean-François Millet; o igual como lo hiciera la obra literaria de William Burroughs o Jack Kerouac en la denominada generación Beat en contraposición a la anterior tendencia literaria enmarcada en el realismo social en autores como John Dos Pasos o Francis Scott Fitzgerald.
Es así como al sumergirse en el caos el artista logra crear un estilo propio. Este nuevo estilo rompe con el orden estético establecido y forma un movimiento contrahegemónico, eso que Guido Almansi llamara «estética de lo obsceno», pues al constituirse en un discurso innovador surge de ruptura en relación al canon establecido. Como las pinturas de Van Gogh, que antes de que se convirtieran en las obras de arte más cotizadas, tuvieron que ser rechazadas (su autor en vida no pudo vender ni una sola a alguien más que no fuera Theo, su hermano menor).
La inmersión en el caos para generar nuevos valores estéticos puede asociarse con la relación entre bipolaridad y creación artística señalada por la psiquiatría desde la década de los años 70 del siglo pasado, ya que esta irrupción del caos en la obra del artista podría ser posible gracias al vaivén emocional causado entre estados maniacos y depresivos recurrentes en este tipo estados clínicos. El caos que permite una creación única que revolucionó al arte es, a su vez, el rasgo de personalidad que marca la vida del artista.
†