El patriarcado editorial


Archisabida y agrietada es la postura achacosa que soslaya voluntariamente la desigualdad y desdeña las problemáticas contemporáneas, tildándolas de «quejas y lloriqueos pusilánimes». Para estos negacionistas en conserva, la palabra «patriarcado» es un invento de agitadores tendenciosos, apadrinados desde la sombra por reptilianos malévolos.

El patriarcado existe, sin embargo, y nos oprime a todos. No importa el artículo que uses para definirte: siempre habrá un hombre más poderoso que tú.

El sector editorial está ahí para demostrarlo. El País informaba en un artículo de junio de 2019 que, según cálculos del ministerio de cultura español, de los 55 mil 501 títulos publicados en 2018 solo el 32% fue escrito por mujeres. En Guatemala ni siquiera hay datos fiables, pero conjeturo que la cantidad es similar o menor.

Siempre he dicho que publicar un libro es lanzar una piedrecilla al mar; y, para ser leído, hace falta contar con una maquinaria externa de promoción y espaldarazo crítico. Eso no es gratis. Una editorial es un negocio, al fin de cuentas, y promocionar a una mujer desconocida parece no ser rentable. Pero esto trae dos consecuencias graves: priva a los lectores de libros espectaculares y refuerza la falsa noción machista de que todas las mujeres escriben con tinta rosa y hablan sobre chicos (o cómo deshacerse de ellos), sobre el periodo o sobre cómo hacerse la manicura y el maquillaje. Nada más erróneo.

Cierto es que hay nichos escriturales: libros sobre feminismo —recomiendo Chicas cerdas machistas, de Ariel Levy—; sobre sexualidad femenina —recomiendo El libro de la vagina, de Nina Brochmann y Ellen Stokken—; novelas eróticas —recomiendo La almendra, de Nedjma—; novelas negras —recomiendo No apto para mujeres, de P. D. James—; y precisamente esos son los libros que los machos debemos leer: libros luminosos y bien escritos, llenos de detalles necesarios y descripciones agudas. Libros originales y serios.

El sector librero no escapa de las redes del patriarcado: recorro a menudo las librerías y ya no me sorprende encontrar los mismos nombres femeninos en nuevas ediciones. He recorrido librerías de paso y las tiendas virtuales para hallar nombres nuevos e ilustres, y cada revelación es una felicidad. Es también deber de las librerías salir de la espiral de los grandes grupos editoriales y apostar por la calidad literaria. Mientras que Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, recibía todos los elogios posibles, en Guatemala era imposible hacerse con un ejemplar: es un claro ejemplo de la miopía librera guatemalteca.

Quiero recomendar una lista (no un ranking) de libros escritos por mujeres. Espero que puedan hallar alguno y leerlo. Solamente así acabaremos con el patriarcado editorial.

Los señores del narco — Anabel Hernández

El hombre que no mató lo suficiente  — Anne E. Schwartz

Oso — Marian Engel

La hija del optimista — Eudora Welty

El caso de Paul — Willa Cather

Otoño imperdonable — María Elena Walsh

Querido Líder — Barbara Demick

Sin ti no hay nosotros — Suki Kim

A través de la ventana — Jane Goodall

Y eso fue lo que pasó — Natalia Ginzburg

Cumbres borrascosas — Charlotte Brontë

Estupor y temblores — Amélie Nothomb

El talento de Mr. Ripley — Patricia Highsmith

Las máquinas y yo — Ligia Escribá

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