En el mundo actual el uso de redes sociales y medios de comunicación masiva ha eliminado por completo la noción de esfuerzo y, con ello, la acertada ejecución de cualquier práctica artística. En el oficio de la escritura, la dedicación es un elemento imprescindible; por lo que si se desea realizar la práctica correctamente es imperativo renunciar a las tentaciones de la comunicación.
Contra esta premisa muchos defenderían el hecho de que la modernización también trae consigo cosas positivas ―por ejemplo, un espacio para la libre expresión―, sin embargo, no se toma en cuenta que esta misma pluralidad de discursos da paso a la incertidumbre, a relatividad de valores y, por lo tanto, la carencia de cualquier criterio de validez y legitimización.
En el mundo virtual todo es válido, lo cual no implica que sea acertado. Un ejemplo de esto es el hecho de publicar una frase en Twitter o un post en Facebook y creer erróneamente que eso puede considerarse literatura. Es todavía más pusilánime la postura de autoalabarse ―o mejor dicho, autoencumbrarse― por la cantidad de vistas o likes que generan un escrito. Cualquiera de los dos ejemplos resulta irrelevantes y no pueden compararse, de ninguna manera, con la hazaña del verdadero oficio de la creación.
En estos tiempos pareciera que el uso de redes sociales nos ha vuelto más prácticos, modernizados y eficaces, pero en realidad es lo contrario: la facilidad e inmediatez son tentaciones que mueven al sujeto del mundo actual y lo convierten en un sujeto entorpecido que borra los conceptos de esfuerzo, dedicación y trabajo. El éxtasis de las redes no conlleva a nada más que al placer de lo inmediato, a lo precario y a lo indeterminado, imposibilitando la producción del quehacer literario.
Huir de las distracciones implica abrazar una vida con estados de concentración absoluta, múltiples oportunidades para finalizar los escritos pendientes, revisiones, correcciones y demás. Creo fervientemente que entregarse al mundo virtual es uno de los mayores males a los que puede inclinarse el escritor contemporáneo, un mal que no solo detiene la misma escritura sino cualquier oportunidad de calidad. Por lo tanto, solo nos queda recuperar la conciencia y afrontar las distracciones, la ambivalencia de la contemporaneidad y renunciar a las tentaciones que inutilizan la disciplina, el esfuerzo y la dedicación.
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Me gustó mucho su escrito… creobque es totalmente cierto.
Esto es lo más estúpido que he leído.
La ironía de criticar los medios digitales con un medio digital. Vergüenza debería tener. Qué pensamiento tan retrógrada y resentido.