#MeTooLiteraturaCA (capítulo Guatemala)

Número 39 de la Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala


Noe Vásquez Reyna_ perfil Casi literalEl movimiento #MeToo, impulsado por la activista estadounidense Tarana Burke en 2006 para denunciar el acoso sexual y la violencia contra las mujeres, se hizo viral desde Hollywood en octubre de 2017 y se fue esparciendo a nivel mundial. En marzo recién pasado, el capítulo México dejó en evidencia a escritores, periodistas y artistas aunque por ahora la atención se centre en el suicidio de un músico, en el «linchamiento virtual» en redes sociales de hombres señalados como agresores y en las denuncias falsas por violencia de género. En España, que sí lleva el registro de este tipo de denuncias, solo el 0.01% de las denuncias fueron falsas entre 2009 y 2016.

En Costa Rica el 26 de marzo se publicó una nota en la cual 17 mujeres denuncian al escritor Warren Ulloa por agresiones sexuales. Dos de ellas aseguran que eran menores de edad cuando Ulloa las abordó. Después de esta noticia surgió en redes sociales el hashtag #MeTooLiteraturaCA.

Pareciera que los espacios literarios, artísticos y culturales centroamericanos no se están sintiendo cómodos con nombrar lo que antes eran secretos a voces: existen —y muchos— casos de acoso, agresiones y abuso sexual que no han sido denunciados y que este mundillo intelectual tiene sus propios predadores.

La escritora y abogada salvadoreña Vanessa Núñez Handal recordaba hace unos días en sus redes sociales: «No es cierto que para que un caso de acoso o violación sea trascendente, las víctimas deben, sin excepción, interponer denuncias y lograr castigo penal para el agresor. El movimiento #MeToo y #YoSíTeCreo fueron creados precisamente porque se trata de delitos que son sumamente difíciles de probar. De los que rara vez hay testigos o evidencia. Y, sobre todo, porque debido al carácter de sometimiento de la víctima y manipulación del agresor, a aquella le toma muchísimo tiempo procesar el tema, decidirse a denunciar y tener la confianza de que no será culpabilizada por lo que le ocurrió».

¿Inicia el capítulo Guatemala del #MeToo?

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Rafael Gutiérrez, poeta y editor guatemalteco.

Rubí Véliz Catalán es una estudiante de último año de la Licenciatura en Letras y en 2015 no conocía en persona al editor de la Revista de la Universidad de San Carlos, Rafael Gutiérrez, cuando empezaron a mandarse correos para que ella publicara una reseña en ese espacio. Gutiérrez la invitó a un café, nada raro en este ámbito. Rubí aceptó el café en el quinto intento, después de un mes. Hasta allí era todo muy «cordial y normal».

«Gutiérrez tenía varios números de teléfono de los que me llamaba. Eso me intimidaba. Me invitó a tomarnos un café un sábado por la tarde. Acepté, aunque ya varias personas me habían dicho que no era lo ideal; que él era un poco volátil. Al llamarme ese día me dio su descripción física (parecía hablar en serio): me dijo que era alto, delgado, de cabello negro y ojos azules. Que iba en determinado modelo de vehículo y que me esperaría cerca del INCA, en la Zona 1, cerca de donde yo vivía. Al llegar al lugar, vi el vehículo y de él descendió un hombre poco alto, regordete, con el cabello largo negro y lacio; no supe el color de sus ojos al principio porque no se quitaba las gafas para sol. No se las quitó incluso dentro del vehículo. Yo seguí adelante, sin miedo, pero el que me diera una descripción falsa fue el primer indicio para decir “esto no está bien”», expresó Rubí.

Indicó que Gutiérrez dio vueltas por la ciudad capital sin decidirse a entrar en algún lugar concurrido. De la Zona 1 (en el centro de la ciudad de Guatemala) pasaron a la Roosevelt, a la calzada San Juan, rodearon la colonia Centro América, Villa Linda y demás calles, mientras él hablaba de su historia en el exilio, de la persecución de distintos gobiernos y de que su exesposa había sido una desgracia en su vida. Cuando al fin se sintió cómodo, aparcó el automóvil en una cevichería escondida en de la colonia Montserrat.

«Después de hablar de libros, cine y literatura, se puso un poco agresivo conmigo, haciéndome preguntas personales, de mi vida, de mis parejas. Eso ya no era académico, literario; eso era otra cosa. Terminamos de comer y seguía dando vueltas por toda la ciudad y no se decidía por irme a dejar a mi casa. Era la semana previa a Semana Santa, había colas, todo estaba colapsado y ya era incómodo estar compartiendo un espacio con él», relató Rubí.

Por un lugar de Villa Linda, Gutiérrez le dio un beso en la mejilla que ella nunca pidió ni había sugerido: «Era un lugar donde no había buses, no había paradas, no había nada, no había manera de pedir transporte de otra manera».

Cuando la llevó por fin a su casa, Gutiérrez esperó hasta asegurarse de que Rubí entrara. «Después de esa salida tan incómoda ya no contesté sus llamadas, sus mensajes. Ya no tenía interés de publicar nada. Entonces empezó a llamar a las 2 de la mañana, a las 3 de la mañana, de números desconocidos, sabía que era él porque contesté dos veces».

«El Viernes Santo de esas fechas, me entró una llamada de un teléfono público, y como estaba esperando a mi hermano que iba a cargar en una procesión, contesté: el tipo empezó a agredirme horriblemente. Me decía que por qué no le contestaba sus llamadas y sus mensajes, que quién me creía yo para no contestar, que ultimadamente yo no era buena escritora y me acusó de tener alianzas con otros estudiantes para boicotearle su carrera literaria y académica en la Universidad de San Carlos. No me dejaba hablar». Cuando Rubí logró decirle: «No tengo por qué contestarte y que no necesito publicar nada», Gutiérrez le contestó: «Para qué, si no estaba escribiendo nada que valiera la pena ser leído». «Dijo que yo iba a pasar en el anonimato toda mi vida y que me quería colgar de su poder y de su fama. La agresión fue tanta que solo lo corté», detalló Rubí.

La reseña que Rubí escribió para la Revista de la Universidad de San Carlos nunca fue publicada.

Órdenes de restricción

Otra denunciante que también publicó sus poemas en la Revista de la Universidad en 2013 y trabajó unos meses con Gutiérrez afirma que él le decía que todo el mundo estaba en su contra. La relación empezó cordial y luego se fue haciendo constante. «Yo me metí tanto que quería ayudarlo, realmente. Éramos amigos, pero después empezó a manifestarse el acoso. En primer lugar nos reuníamos en el Burger King que está por su casa, y yo llevaba mi computadora y empezábamos a diagramar y a ver cosas de la Revista, pero después el rollo se pasó a su casa, nos reuníamos en su apartamento. Ahí yo ponía mi computadora, mis correos y todo, pero de pronto tenía que ir al baño, y él ingresó a mi correo, momentáneamente lo hacía; a mi teléfono también, revisaba mi teléfono. Empecé a cuestionarme por qué su hijo no quiere saber nada de él, por qué todo el mundo está en su contra, por qué hablaba mal del diagramador anterior, de los poetas, de todos los que han publicado en la Revista».

La relación laboral se terminó a finales de ese año, cuando ella se dio cuenta de que existía acoso telefónico y sentía que Gutiérrez quería que se involucrara más en su vida personal. «Él nunca me violentó físicamente; verbalmente, probablemente: así con escuela. Por ejemplo, me decía que yo no podía diagramar, ¡pero no había material para publicar! Yo estaba consiguiendo material para publicar, además de diagramar, trataba de enviarle correos a medio mundo para pedirles trabajos e incluirlos en la Revista, porque no había material para diagramar».

«Me contó que tenía un montón de órdenes de restricción de mujeres, de la mamá de su hijo, de una señora de acá de la Universidad», recuerda y agrega que las confidencias eran tantas que llegó a sentirse muy involucrada. «Qué tan involucrada estás con esta persona y esta persona te involucra en parte de su vida en esos rollos raros, porque hasta el momento no sé qué sucedió y después se fue poniendo mucho más extraño. Después llegó a mi casa el 14 de febrero [de 2014] y me llevó flores. No sé de dónde sacó la dirección, y yo ya no quería saber nada de él».

Ella misma tuvo que decirle frontalmente a Gutiérrez que le pondría una orden de restricción porque no quería que él llegara de nuevo a su casa.

Amenazas y manipulación de la realidad

Rafael Gutiérrez (1958) es poeta, narrador, crítico y ensayista. Cursó la Licenciatura de Letras y Periodismo en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Ha ejercido docencia universitaria, colabora en periódicos y revistas culturales y es el director de la Revista de la Universidad desde 2002.

«Considero que puede ser peligroso», expresa una de las poetas a quien Gutiérrez acosó desde 2013, después de que se incluyeran algunos de sus poemas en la revista. Ella relata que nunca lo conoció en persona y decidió no recibir el pago por esa colaboración en la Revista, para evitarlo a él.

La poeta cuenta que Gutiérrez llegó varias veces a su residencia, pasaba a dejarle regalos a ella y a sus hijas. Llegó hasta pedir hablar con la administradora del edificio para que la poeta hablara con él. El acoso iba desde mensajes, llamadas, merodeos por su casa, hasta enviarle una foto de su pene. Llegó hasta decirle que una mujer sola como ella «debería considerar la posibilidad de estar con alguien como él, dueño de varias propiedades en el departamento de Petén y muy solvente económicamente».

Un 24 de diciembre, Gutiérrez la llamó para insultarla: «¿Quién te crees que eres para rechazarme, si por tus rasgos, no eres más que una vulgar princesa maya?». En otro momento, Gutiérrez le dijo que no se extrañara si alguien estuviera rondando su apartamento y que un día le prendieran fuego. Gutiérrez la llamó «maldita bruja». La poeta se compadece de él y opina que es «un tipo solitario que tiene trastornos que requieren atención psiquiátrica, incluso reclusión en alguna institución mental, ya que manipula la realidad a su conveniencia».

Otra revista como excusa

Años antes, entre 2007 y 2009, una editora recuerda que Rafael Gutiérrez también la acosó. Al principio la relación fue cordial, con ese «filtreo normal». «Uno como que se va acostumbrando, porque la gente es así de lanzada», expresa la editora al referirse que una mujer termina por acostumbrarse a esa forma de relacionarse con los hombres y tolerar los piropos.

Al principio Gutiérrez fue «supercorrecto». Después de que ella publicara varias veces en la Revista y coincidieran en presentaciones de libros, él entró más en confianza. La editora comenzó a trabajar en la edición para niños de un trabajo de Gutiérrez, como un emprendimiento personal. «En ese tiempo empezó a llamarme a deshoras, pero tenía como excusa la edición de ese poemario». Las comunicaciones de Gutiérrez se pusieron con el tiempo más explícitas, con proposiciones sexuales directas, aun cuando ella no le había dado pie en ningún momento. «Hasta que mi esposo le escribió: “Mira vos, tranquilizate porque yo estoy aquí con mi esposa. Ya te estás pasando”. Entonces ya, ahí dijo: “No, disculpa mano, tranquilo, buena onda”».

«Yo siento que es así: lanzado con todas, stokeador y abusivo en general. Para él la Revista sí era una excusa, como de adularte, como mire, es que usted, su pluma, su escritura es no sé cómo, no sé cuánto; yo la publico y no sé qué… Él utiliza su posición en la Revista como excusa para perrear», afirma.

«Me empecé a sentir como secuestrada»

Otra escritora cuenta que Gutiérrez fue el primero que publicó su poesía en la Revista de la Universidad de San Carlos: «Yo no lo busqué; él se contactó conmigo, me dijo que le mandara mis escritos poéticos por correo». Gutiérrez le explicó que la Revista daba una remuneración, pero ella no hizo el trámite inmediatamente. Días después, la escritora le preguntó directamente a Gutiérrez si aún podían hacerle el pago: «Yo le estaba preguntando por mi pago y él me hizo una insinuación de que quería irse a un lugar conmigo, yo entendí como a un motel. Yo me acuerdo que le dije: “Rafa, no te parés fuera de lugar, ¿qué me estás diciendo?”. Entonces después el ofendido fue él: “Ay sí, te la llevás de la muy erótica y mirá, cuando uno te hace ciertas propuestas, mirá cómo reaccionás”».

Gutiérrez la llamó para ofrecerle disculpas después de que otra persona lo amenazara con ponerlo en evidencia, ya que no era la primera vez que el editor hacía eso. La escritora aceptó las disculpas, no lo quiso hacer más grande e incluso estuvo de acuerdo en comentar el poemario de Gutiérrez, Oficio de genitalia, en su presentación en 2017.

Al día siguiente de la presentación, Gutiérrez la llamó: «Cómo fue que te fuiste, pensé que si me ibas a presentar el poemario, algo iba a pasar, te ibas a venir conmigo a mi casa». «Yo sentí otra vez lo mismo: “como yo te dejo presentar mi poemario, tú te tenés que venir conmigo a la casa”. Yo le dije: “pero en qué momento yo dije eso”. Entonces ahí se empezó a fracturar la relación», afirma la escritora.

El 15 de septiembre de 2018 la misma escritora coincidió con Gutiérrez en un bar junto con otros colegas. Platicaron y ella mantuvo la distancia. Se hizo tarde y la escritora se quedó sin carga en el celular para llamar un taxi, por lo que Gutiérrez le insinuó que él podía llevarla. Se hacía tarde y llovía, por lo que ella accedió, pero en el momento de salir, Gutiérrez le dijo que no conocía el lugar donde ella vivía y que no le podía prestar su teléfono porque tampoco tenía carga. «Me dijo Rafael: “Pero mirá, te podés ir a quedar a mi casa”. Era escoger lo menos peor, porque o me voy a quedar con Rafael o me voy a tomar un taxi de esos blancos a media noche. Pensé: “Cómo me pudo pasar esto, cómo me pude poner en esta situación”», recordó la escritora.

Gutiérrez retuvo a la escritora contra su voluntad en su apartamento hasta las 3 o 4 de la tarde del día siguiente. «Yo me empecé a sentir un poco mal por esa impotencia, y me acosté un ratito. Cuando sentí, él se fue a acostar detrás de mí, con toda la intención de que pasara algo, y me abrazó por detrás. Cuando él me abrazó yo empecé a transpirar. Él me dijo: “¿Estás bien?”, y le dije: “No, no estoy para nada bien”. Cuando le dije eso se alejó y me levanté de inmediato de la cama».

Ella siguió insistiendo en salir de ahí y en que él, al menos, la llevara a la Avenida Reforma. «Rafa se acostó en la cama y me dijo: “Cómo es posible que tanto planear esto y no va a pasar nada”. Yo me quedé perpleja, de qué estaba hablando. Porque si yo estaba ahí era accidentalmente, no planeamos que yo iba a pasar una noche romántica a su casa, pero él en su cabeza, sí; y me decía que me fuera a acostar con él. “Y no me vas a dar ni siquiera un beso”. Yo estaba con los nervios aniquilados, me empecé a sentir como secuestrada. Este hombre nunca me va a dejar salir».

Gutiérrez accedió a ir a dejarla cuando la insistencia de la escritora la llevó a abrir la puerta y esperar a que él la sacara de la colonia cerrada de San Cristóbal en la que se encontraban. «Se enojó un montón, se fue a poner su saco y me fue a dejar. Me dejó en la Avenida Reforma, pero él en todo el camino iba furioso, indignado. “Cómo es posible que me pudiste despreciar, cómo es posible que te juntás conmigo y no me das ni un beso”».

El acoso en la cultura

«El acoso es un código culturalmente aceptado. El acoso se pensaría que no es violencia en tanto que no hay una agravación física, que es lo primero que piensan las personas cuando te hablan de violencia. Es decir, sí puede ser violencia pero no ha llegado al grado de… La gente siempre está esperando que haya límites más altos de la violencia, porque estamos en una sociedad donde la violencia es un mecanismo permitido para la solución de cualquier problema y para vivir generalmente, socializamos por medio de la violencia», explica la antropóloga e investigadora María José Pérez Sián.

«Estamos expuestos a altos grados de violencia que nos han llevado a no solo naturalizarla, sino a justificarla, y entonces muchas veces las denuncias por acoso y por violencia simbólica o psicológica se minimizan, pareciera que es menos violenta que la agresión sexual o violencia física; sin embargo, es solo otra forma del mecanismo violento que se articula con otras formas y que en algún momento va a llevar a un desenlace femicida», agrega.

El editor y su obra

Al menos cuatro de las cinco mujeres que fueron acosadas por Gutiérrez opinan que su trabajo literario es de calidad, aunque coincidan en que es una persona inestable y que no debería ocupar el puesto de editor en la Revista, la cual es impresa con presupuesto de la Universidad de San Carlos de Guatemala —es decir, pagada con los impuestos de los guatemaltecos— pero que incluso los mismos estudiantes desconocen que es gratuita y dónde la pueden conseguir.

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Sede de la Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en Ciudad Universitaria, Zona 12.

Para este reportaje intenté concretar una entrevista en persona con Gutiérrez, para indagar sobre la Revista y su persona. Le envié dos correos electrónicos que nunca respondió. El primero era para preguntarle si quería acceder a una entrevista. Al no tener respuesta, recurrí al Messenger de Facebook, medio que él usa para pedirles trabajos a varios escritores. Después de que dijo que sí estaba de acuerdo y mostrarse con disposición, me pidió que se le enviaran las preguntas por correo electrónico para responderlas por esa vía, lo cual hice. Ese mismo día, por la noche, cambió de opinión y me pidió que mejor se realizara la entrevista en persona el fin de semana.

Al cierre de este reportaje, esta fue su última respuesta cuando se le pidió que confirmara la hora y el lugar para la entrevista: «Hola, Noe. Disculpá pero no podré estar ahí. Estoy sobresaturado con los compromisos propios del trabajo editorial. Jorge Sierra me invitó a abordar la banda sonora de mi vida. No podré asistir por segunda vez. Y lo lamento. Por cierto, si tenés algún relato, enviamelo por favor. Lo mejor».

Las primeras preguntas trataban sobre el funcionamiento de la Revista de la Universidad de San Carlos:

¿Qué obstáculos has afrontado para que se publique la Revista? Entiendo que la Revista no se imprime en la Editorial Universitaria.

¿Cuál ha sido el proceso de selección de autores, artistas y ensayistas para que publiquen sus trabajos en la Revista? ¿Por qué no hay una convocatoria formal?

Y las siguientes, sobre su último poemario y las denuncias de acoso:

Leí tu último poemario, Oficio de genitalia. ¿Me podrías mencionar algunas de las intenciones intelectuales y creativas que tiene detrás?

¿Cómo explicas la delgada línea entre la violencia y el erotismo que revela el poemario?

En el poema “XXIX” haces una referencia a la Ley del Feminicidio. ¿Qué responderías a quienes podrían pensar que te estás burlando de esa ley y de la violencia contra las mujeres?

¿Qué les responderías a las personas, sobre todo mujeres, que te señalan de que tú las acosaste en algún momento de su vida y que, en algunos casos, escribieron o intentaron escribir en la Revista?

El poemario Oficio de genitalia se enfoca en la prostitución vista desde la óptica eminentemente masculina, y hace un cruce de violencias sobre un supuesto erotismo. En el poema “XXIX” se lee:

“No te vayas/Rosandra/ con la Ley del Feminicidio.
Yo sólo quise amarte con todo el amor que me fue posible.
Sangraste / yo también.
Pero qué vulva o pene no sangra
cuando el amor es del bueno”.

«Rafael Gutiérrez —el mejor poeta de su generación y uno de los de primera línea en América Latina— hace de la genitalidad un tema fecundo en visiones de mundo y en reflexiones existenciales ineludibles para cualquier ser humano que no huya de sí mismo», escribe Mario Roberto Morales en la contraportada del libro.

«Sí es un poco violento. Es como un abordaje violento del erotismo y es transgresor. El poemario se trata sobre, no sé si soy vivencias biográficas, no lo sabemos, como críticos no podemos como hablar de eso, pero es sobre vivencias en prostíbulos. El tema del poemario es ese, el lugar de enunciación es como un cuerpo masculino que está viviendo esta cuestión de los prostíbulos del país. A una persona que está en sus cinco sentidos sí le causa una impresión», expone un catedrático universitario.

«Es un texto que reacciona ante la crítica feminista, que tiene ahí un parangón de posibilidades para despedazarlo. Se mete con fenómenos sociales actuales, como la Ley de Feminicidio, en el que sí podría llegar a ser problemático tanto para el autor, como para la interpretación que el texto pueda suscitar, pero no podría condenar la obra como literatura», afirma.

«Cuando una persona habla de erotismo, automáticamente habla de relaciones sexo-genitales, aunque el erotismo es mucho más amplio. La construcción de la narrativa erótica en Centroamérica, diría yo, está vinculada a esta idea de sexo, y hay un personaje que encarna al macho alfa siempre, y no es cuestionado, que es el narrador. No hay una gran gama de libros o de producción incluso estética hecha por mujeres que tomen el tema del erotismo como las relaciones sexo-genitales crudas o que partan de su experiencia. ¿Cuántos libros hay que hablan de la prostitución desde la visión de la prostituta? No es un lugar permitido para las mujeres», analiza Pérez Sián.

«No escribimos de lo que imaginamos, rompiendo ese mito de la objetividad, es que me parece tonto que se piense que la poesía no tiene que ver con el autor», opina la poeta y estudiante de antropología, Numa Dávila.

Según Dávila, esto es hablar de un tema que es lo mismo que la pornografía, solo que en diferentes formatos: si a un joven se le lleva a leer estos poemas, porque los autores participan en festivales y lecturas de poesía, «¿Qué están aprendiendo de sexualidad?», cuestiona.

En relación al poema «XXIX», Glenda García, psicóloga, antropóloga e investigadora, señala: «Esto es apología del delito, es lo que él está haciendo con estas primeras dos líneas».

#MeTooLiteraturaCA (capítulo Guatemala)_ Casi literal

Número 39 de la Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala

Romper el pacto tácito

Un poeta y catedrático que pidió que se omitiera su nombre dijo que Gutiérrez también lo llamaba hasta seis veces al día, e incluso a medianoche. «Decidí romper cualquier tipo de comunicación porque empezó a hostigarme de otra manera. Me mandaba mensajes muy hostiles para una escritora que daban a entender que habían tenido relaciones. Me los mandaba a mí como aduciendo que se confundía. En ese momento sí fue cuando lo bloqueé».

«Si un hombre común y corriente en su vida no es una persona violenta en ningún aspecto, sin esta parte de violencias masculinas, y sin tampoco ser un santo, puede llevar una vida diferente, ¿por qué mantienen la alianza? Si mantienen la alianza, es por algo», cuestiona García.

«Los pactos entre hombres son pactos tácitos, que se cumplen y que solo pueden establecerse entre iguales. Quiere decir que un pacto entre hombres no se puede construir con un hombre homosexual o con un hombre trans, porque el recurso biologicista es fundamental, en parte porque las construcciones han sido diferenciadas, en el sentido de que la hombría se enseña a través de la experiencia de los otros y frente a quien se legitima es frente a los hombres», expresa Pérez Sián.

«Los hombres aprenden a ser hombres y a construir los pactos a través de otros hombres. Por eso es tan importante negar el mundo femenino, porque cualquier cuestión de feminidad, cualquier elemento femenino que se adquiera le deslegitima frente a los iguales. Entonces ya no es considerado hombre y la hombría se pelea todos los días. Todos los días tienen que demostrar cuán hombres son», explica.

Escritores opinan sobre el acoso

En relación con Warren Ulloa, el ensayista y columnista costarricense Alejandro García opina: «En este caso no se habla de la obra del tipo, sino que al parecer utilizaba esa plataforma (Literofilia) para “cazar” mujeres, y por eso es que se hace algo nauseabundo, más tomando en cuenta que él admite sus conductas delictivas mediante una especie de disculpa política. Uno sabe que detrás del proyecto del tipo hay mucha gente que va a pagar los platos rotos sin que tenga culpa, pero lastimosamente eso debe ocurrir cuando el victimario ni siquiera habla de separarse de los proyectos por una cuestión de respeto para sus compañeros de trabajo. Desde mi perspectiva eso no solo es cínico, sino creerse intocable, y en eso concuerdo con que ese manto invencible que creen que los protege debe ser removido».

El editor y escritor guatemalteco Fernando Vérkell hace distinción entre obra publicada, carrera artística y artista: «El tiempo y la historia del arte se encargarán de poner marcas, como la de Caín, sobre la frente de cada uno. Vuelvo al caso de Strindberg: no hay prólogo ni reseña que no mencione su misoginia e ignorancia racista. A Céline hay que recordarlo como antisemita y colaborador nazi, y existen muchos casos en el arte. Esa mancha es indeleble».

«Mi postura frente a esos textos, como por ejemplo varias novelas de Henry Miller y algunas obras de Strindberg, es llenarlas de olvido. No hay peor castigo para el escritor muerto que la decisión deliberada de no leerlo. Y eso también aplica al escribidor vivo», agrega.

El escritor, editor y actor de teatro Leo De Soulas, que ya ha publicado cuatro artículos para la Revista de la Universidad, desde 2015, opina que el trabajo como editor de Gutierrez es «satisfactorio», pero expresa: «A mí cualquier caso de abuso hacia mujeres me parece condenable, y creo que las personas tienen que responder de alguna u otra manera. Ya sea legalmente, tienen que responder y hacerse responsables de sus actos, de sus responsabilidades, yo creo que, digamos un caso así que sea comprobable, es necesario que lo tomen en consideración las autoridades pertinentes».

Según Nuñez Handal: «El #MeToo y #YoSíTeCreo nacieron con el objetivo de hacer saber a las víctimas que, aunque el delito haya prescrito, aunque no lo pudieron denunciar en su momento, aunque, por estar tan asustadas, intimidadas, ser menores de edad, etc, no tuvo los medios para alzar su voz, nosotros SÍ LES CREEMOS y nosotros SÍ LAS APOYAMOS. Basta de legalismos irrelevantes. Aquí no se trata de seguir con la cultura patriarcal de que mientras no venzan en juicio no hay nada. Cuando la voz de una mujer se alza, hay que oírla».

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