El fenómeno Bukele


Gabriela Grajeda Arévalo_ perfil Casi literalEl 4 de mayo del año pasado publiqué en esta revista el reportaje especial «La nueva forma de hacer política en Centroamérica», en donde me aventuré a especular, con base en entrevistas, la nueva era que se avecinaba producto del hartazgo de la política rancia y corrupta que ha dominado nuestros países centroamericanos desde hace muchos años. «El mundo está cambiado, por lo que muchas de las formas tradicionales de hacer las cosas ya no funcionan como antes», me dijo en aquella ocasión Yusef Bukele, hermano del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. En aquellos días también se vivía en Panamá un proceso electoral donde la interrogante era solo una: «¿votamos por lo conocido o votamos independiente?»

La realidad es que desde que llegó Bukele al poder en El Salvador la forma de hacer política cambió. El joven presidente ha logrado en poco tiempo la aceptación de un país hasta ese entonces sumido en el deterioro de la vieja política. Desde su moderna forma de vestir, su corta edad para ser mandatario y hasta las formas de comunicación que tiene con su gabinete y hasta con el pueblo, Nayib Bukele es para los centroamericanos alguien que se percibe como un presidente que funciona y da la cara. Pero ¿qué es dar la cara?

Bukele se ha comunicado por Twitter desde que tomó el poder, siendo esta la vía que ha utilizado para denunciar nepotismo, corrupción, favores particulares y hasta plazas fantasmas de los gobiernos anteriores; además de impartir órdenes presidenciales con tuits que empiezan: «Se le ordena a…» De esta forma el presidente de El Salvador logró posicionarse con un 90% de aprobación en sus primeros tres meses, según información de diarios internacionales. Y no es para menos cuando le ha venido mostrado a los salvadoreños, de una forma accesible para ellos, lo que durante años estuvo escondido tras las paredes de la casa de gobierno. Estos métodos poco ortodoxos de informar personalmente cada una de sus decisiones es lo que ha hecho que la percepción y la figura del presidente Bukele sea muy distinta a la de los mandatarios de los países vecinos.

Por otra parte, el 15 de enero de 2020 Alejandro Giammattei tomó posesión como presidente de Guatemala. Su antecesor, Jimmy Morales, fue abucheado, perseguido y hasta golpeado cuando corrió a refugiarse bajo las alas del Parlacén para recuperar su inmunidad ese mismo día. Los guatemaltecos, cansados de la forma inútil en la que se intenta tapar la corrupción en el país, se quedaron sorprendidos de las primeras medidas del nuevo presidente, que —muy de la mano de la frontalidad de Bukele— consistieron en combatir de frente a las maras y las extorciones, pero por sobre todo la de desenmascarar al anterior gobierno: las plazas fantasma, los privilegios excesivos, los sobrecostos y, llegándose a hablar recientemente de los Q16.00 quetzales que el gobierno presupuestaba y supuestamente pagaba por una fila de pan que en realidad cuesta Q2.00 quetzales en cualquier lugar.

¿Será entonces esta forma frontal y desinhibida de tomar las riendas del juego, influencia del presidente salvadoreño? No deja de ser curioso cómo los emoticones de risa se han convertido en corazones y los memes en «peticiones de respeto» para el presidente de Guatemala. Lo cierto es que para que un mandatario pueda hacer algo significativo necesita tiempo. Desde mejorar la seguridad y la salud hasta convertir al país en un hub turístico son acciones que, de implementarse, solo se podrán notar a mediano y largo plazo.

No cabe duda que la popularidad de un presidente sí mejora cuando acciona de frente contra lo que a simple vista no parece determinante para un país, pero que, en todo caso, sí mueve la opinión pública; por ejemplo, cuando despide por redes sociales quienes llevan años en el mismo cargo cobrando un sueldo elevado por ser pariente de otro. Este tipo de acciones son un punto de partida positivo y es precisamente eso lo que ha venido pasando en El Salvador.

Ahora leo en un tuit que Guatemala y El Salvador serán aliados para que este último tenga un puerto en el Atlántico, y según Forbes, Nayib Bukele también ha establecido alianzas portuarias con Costa Rica. ¿Continuará esta forma progresiva de hacer política en nuestros países? ¿Funcionará? Eso solo el tiempo lo dirá.

[Foto de portada: Alejandro Giammattei, Twitter]

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