Esa “H” no es muda


Darío Jovel_ Perfil Casi literalTanta gente que marcha descalza sobre el pavimento de una ciudad que parió a demasiados corruptos, tantos héroes que desfilan con sus manos alzadas al cielo que un día sus padres les prometieron. Juntos, con lazos familiares en juego, con un país que se cae y construye con los recuerdos de quienes un día le vieron ser más brillante, hacen hasta lo imposible por iluminar el camino de la patria que peligra.

Honduras y esa “H” que lleva en su nombre no es muda. Los caminos que ha recorrido han estado llenos de tormentos y desilusiones, de vasos rotos y ojos que lloran y perduran en la memoria de un pueblo que busca salir de un abismo que parece ser interminable.

La realidad termina por absorber a las personas. Los hechos que acontecen en una nación afectan desde las altas esferas que se mueven en el palacio presidencial hasta el señor que vende helado en las calles de Tegucigalpa. Ciertamente, las situaciones que hoy atraviesan los hondureños son dignas de ser primera plana en todos los diarios del continente, pero, sorpresivamente, acá en El Salvador, los principales periódicos y noticieros apenas dan información sobre ellas.

Mientras que los escándalos de la disque farándula nacional reciben artículos de opinión y espacios privilegiados en telenoticieros, las protestas contra las nuevas reformas de salud y educación en Honduras son relegadas a los periódicos digitales. Hoy las ONG’s, organismos internacionales, medios de comunicación y su mismo gobierno han dejado a Honduras luchar sus batallas en plena soledad, teniendo por amigo al cielo que cubre sus tierras y las selvas que un día dieron de comer a sus mismos conquistadores.

Pero no importa cuánto tiempo haya transcurrido así ni qué tan arduo sea el camino. Desde acá, desde la comodidad de quienes podemos ver pasar todo a través de una pantalla, es difícil imaginar el dolor que debe respirarse en los pueblos y ciudades hondureños, pero es de admirar la tenacidad de un país que, a pesar de estar como está, sale a trabajar cada mañana. Lo que hoy se puede ver es a un país que aprende de sus errores, un testimonio de hombres y mujeres que buscan, casi desesperadamente, corregir doscientos años de historia.

Pero ¿qué puede decir un joven salvadoreño sobre lo que vive Honduras? ¿Qué potestad puede llegar a tener? Ninguna. Es por ello prefiero que hable Stella, una mujer que lleva cinco años viviendo en El Salvador y a quien le toca ver cómo el destino de su país se escribe lejos de su residencia.

*

Darío Jovel._ ¿Qué significa Honduras para usted?

Stella._ Es sinónimo de nostalgia, de paisajes hermosos, de gente trabajadora y optimista que desea día con día salir adelante. Deliciosa comida y cálidos momentos por los que vale la pena no querer irse de allí. Para mí es muy emotiva esa pregunta. Sabrás que la respuesta será siempre muy personal. Porque, a pesar de la situación política, para mí es mucho más que eso: Honduras es mi esencia. El lugar donde yo desearía estar porque es allí donde está lo que más quiero.

D.J._ ¿Cuál ha sido el peor error y el mayor acierto de los hondureños?

S._ El peor error, haber permitido lo que Juan Orlando Hernández está haciendo con el país; y el mayor acierto, haber quitado a Mel Zelaya en el 2009.

D.J._ ¿Las manifestaciones (y la forma en cómo se han llevado a cabo) son la mejor forma de afrontar el problema?

S._ En el tiempo que viví allí siempre hubo marchas a las que siempre llegaba gente violenta que buscaba generar más problemas que soluciones. Sin embargo, son necesarias las marchas porque de alguna forma debemos expresar que estamos disconformes. A fin de cuentas, los causantes de los problemas siguen allí.

D. J._ ¿Existe alguna figura pública en Honduras con la que usted se sienta identificada?

S._ Actualmente no. En un principio Salvador Nasralla parecía ser una solución, pero se ha terminado ensuciando. La gente honorable de Honduras no se quiere meter en política.

D. J._ La salud y educación pública en Honduras, si tuviera que definirlas en una frase, ¿cuál sería?

S._ Negligente y degradante. Nefasto.

D. J._ El caso de las pastillas de harina… Personalmente, ¿cómo le impactó la noticia?

S._ Indignación total. De hecho, tuve el desagrado de conocer a la responsable de ese crimen. Allá yo trabajaba en un banco y ella llegaba seguido a las oficinas. Es aborrecible, imperdonable. En mi país la justicia casi no existe y solo queda confiar en algo divino. La impunidad está a flor de piel.

D. J._ ¿Vale la pena la privatización de la educación?

S._ No, y ni siquiera debería ser considerada como una opción. La gente apenas puede con sus salarios. Ya se privatizó la luz y no tienes idea de cómo se la ha pasado la gente con eso. Privatizar solo significaría enriquecer a los corruptos.

D. J._ ¿Cómo deben hacer frente los hondureños a la crisis y de qué forma podemos ayudar desde los demás países de Centroamérica?

S._ Lastimosamente, por culpa de este corrupto que tenemos por presidente, el país es casi un show. No estaría mal si alguien interviniera para ayudarnos a quitar al «presidente», como se hizo con Guatemala, donde se recibió el apoyo de Centroamérica. Lo malo sería que, encima de eso, Centroamérica y la OEA se pusieran del lado de los corruptos como lo hicieron con Mel.

D. J._ ¿Qué mensaje quisiera darle al pueblo hondureño y a los lectores de (Casi) literal?

S._ Que Honduras es un país lleno de bellezas, que si nos unimos podríamos llegar a ser un país próspero. Hay naciones con menos recursos que han logrado mucho más. Mi país está lleno de gente buena, un lugar donde te quedas maravillado. Vale la pena hacer la lucha por rescatarlo. A todos los lectores, quiero pedirles que no olviden a mi país, que ayuden a rescatarlo, que Honduras vale la pena y debemos hacer que sea un lugar de paz, uno que tenga su propia voz a pesar de todo. Estoy muy agradecida por tener ese pedacito de tierra en el corazón de América.

*

La historia de Honduras es la suma de sus anhelos incumplidos, de roces políticos que terminaron en guerras, de un libertador al que mataron por amar demasiado, de narradores que escriben sus historias con lágrimas, de una marcha que jamás terminó… Es la historia de un grito que se ahogó entre silencios y la de una promesa que no se olvida; la voluntad de un pueblo que lleva sobre sus espaldas a un país huérfano.

Hablar de Honduras es hablar de la gratuidad de la vida, de los más bellos arrecifes que sirven de espejo a los pescadores que aún viven de sus costas. Porque muchos le han fallado a Honduras, pero Honduras nunca le ha fallado a nadie. De sus bosques y sus frutas comieron hasta los conquistadores, sus ríos son como venas que alimentan a una tierra rica, herencia para los niños que nacen entre sus árboles y sus junglas de cemento.

Honduras es la anécdota de la América más pobre, del sueño de una nación de naciones, del coro de una canción perfecta. Honduras es su gente, sus exiliados y sus emigrantes, sus embajadores del trabajo y las buenas costumbres, la tierra de los maestros que enseñan sin pizarras, los médicos que operan descalzos, los marineros que no conocen más guía que las estrellas, los campesinos que despiertan ante el llamado del sol patrio, los pintores que tienen por lienzo a un país entero y los escritores que narran la cotidianidad de sus compatriotas con la misma magia que las novelas de vanguardia europeas.

Es la guardiana de cinco estrellas, una por cada hermano centroamericano, hogar de la guacamaya y las baleadas, de la brisa dulce que cubre sus ciudades, del alta concina que se prepara en sus calles, de la belleza más pura y la sinceridad que rebalsa en la mirada de cada hondureño. Honduras es la hija consentida del yugo español. Vive en la inocencia de sus niños, en la liberad de sus jóvenes, en el trabajo de sus hombres y mujeres, en la sabiduría de sus ancianos y en el legado de sus muertos, pues es su pueblo el mayor de sus orgullos: cada persona es un verso del poema llamado «Honduras».

Los hondureños evidencian la verdadera belleza, la virtud, la honestidad, la solidaridad y la empatía como ingredientes inherentes del alma humana. Honduras ese país que no se aburrió del silencio y, aun en la completa soledad de quienes pelean por la libertad, está dispuesto a dejarlo todo para demostrarle al mundo —a ese mundo que la ha ignorado por tanto tiempo por no tener grandes reservas de petróleo o por no tener cantantes en las listas de Billboard— que esa “H” no es muda.

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