Como aludía el poeta Carlos Martínez Rivas, en Nicaragua la literatura —él hablaba más bien de la poesía— es y siempre ha sido el principal producto de exportación. El país fue visto en el mundo desde el siglo XIX porque tiene su «estrecho dudoso» por donde es posible zanjear y luego erigir un canal interoceánico y, entre esos temas de un paraíso presto para ser explotado, ha salido a las noticias internacionales por acontecimientos políticos.
Nicaragua estuvo otra vez en las primeras planas de cuatro continentes con Augusto C. Sandino y su lucha entre las décadas de 1920 y 1930. ¿Y después qué? Si no hubiera sido por guerras y desastres naturales, el planeta la hubiera conocido en sus minutos u horas de fama a causa de sus glorias en el deporte, las artes y la literatura.
Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal, Gioconda Belli, Sergio Ramírez y Claribel Alegría han llevado a Nicaragua a las librerías y ferias de todos los continentes gracias a las decenas de traducciones que se han hecho de sus obras y, por supuesto, gracias a sus premios.
Esta semana, Nicaragua vive y celebra con brillantes bríos su «semana de fama», que con la importancia de los premios obtenidos, se vaticina no solo una fama pasajera sino un serio posicionamiento en la literatura universal. Y no es una guerra o una catástrofe natural lo que en esta ocasión lleva el nombre de Nicaragua a los confines de la Tierra, sino su literatura, y particularmente, la de dos escritores que con el apoyo de sus familias se han abandonado por décadas al oficio de escribir. Ellos, como el planeta hoy lo sabe, son Claribel Alegría y Sergio Ramírez.
Esto de abandonarse a la literatura tiene una textura un poco más áspera que la fina tela de la dedicación y la pasión. Claribel ―como bien lo decía ella misma en su discurso del recién pasado 14 de noviembre en Madrid ante la reina Sofía, la corte y los medios de comunicación― se entregó a la literatura para no sucumbir al machismo de su época de juventud, para no convertirse en lo que las mujeres estaban condenadas a ser: «esclavas de sus maridos y sus hijos», por lo que se fue a Estados Unidos a estudiar, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, pudo acceder a un mundo cosmopolita de libros y ciudades modernas, y la vida le dio el regalo de conocer a su esposo, Darwin J. Flakoll, el hombre sensible y destinado a las artes que ella merecía y la amó y apoyó hasta el fin para que se convirtiera en una escritora insigne. A él y a las mujeres dedicó Claribel su premio.
Pero antes de eso le correspondió a Alegría enfrentarse a las barreras del machismo y sobreponerse con toda la tenacidad y la imponencia que le fuera posible. Y sobre ese tema del machismo y sus frutos que hoy se viven con la violencia, los femicidios y las agresiones cada vez más cercanas, estaban ataviadas de vestidos de líneas horizontales las páginas de su discurso, que leyó y escribió de esa manera para llamar la atención del mundo y que el planeta sepa que aún se lucha y que hay mucho por luchar, que se están matando a las mujeres, pero no solo físicamente sino en su intelectualidad y desarrollo profesional, con reglas que, con todo y sociedad «evolucionada», las restringen; y esas reglas se fomentan incluso desde las instituciones, no solo son acciones individuales.
Y Sergio Ramírez, ¡cuántos sacrificios por la literatura se cuentan en sus 75 años de vida! Desde abandonar la profesión que cursó en León, Nicaragua, con buenas calificaciones, premios y diplomas de honor que entregó en manos de sus padres cada fin de curso y que culminó con título de mejor alumno el día de su graduación.
Una vez decidido a ser escritor, ya casado con Gertrudis Guerrero y con sus tres hijos pequeños —Sergio, María y Dorel— le correspondió decidir una vez más, dar ese paso que ocurre en un instante minúsculo y se convierte en un momento histórico de ahí en adelante. Sergio tenía a disposición una beca familiar completa para ir a estudiar una maestría en Administración Pública a la Universidad de Stanford, todo listo; pero decidió irse a Alemania con una beca familiar de escritor. Acerca de esto, él dijo hace diez años ―cuando Alemania lo distinguió en Nicaragua a través de su embajada en Managua con su máxima orden cultural―: “Las personas cuerdas y responsables no se embarcan con su mujer y sus hijos en un lejano viaje para dedicarse a escribir novelas, sino que se hacen cargo del futuro y sus consecuencias, y se acogen a las seguridades proverbiales que depara un título académico codiciado como aquel de Stanford”. Y se fue en 1975 a Alemania a escribir. Y fue la Feria Internacional del Libro de Berlín de 1976 la que cambió su vida literaria y lo posicionó definitivamente en el plano literario internacional.
Claribel y Sergio han demostrado que hay que abandonarse en lo que se desea, solo así se llegará a ser lo que se sueña ser. La vida ha sido generosa con estos autores que un día dejaron todo por la literatura y el país debe reconocerles los méritos que han alcanzado. Honor y gloria para Claribel Alegría y Sergio Ramírez, y como reza el Himno Nacional de Nicaragua, el pequeño país a quienes ellos han dedicado sus premios: que «nada empañe tu gloria inmortal».
[Foto de portada: Daniel Mordzinski]
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¿Quién es Karly Gaitán Morales?
Estando en L.A. leia Adios muchachos, y donde relata el dolor de padre que sintiò al tener que despedir a su hijo para ir a la montaña, me acorde que yo anduve con su hijo Sergio, un chaval en plena juventud, altisimo, y me daba risa que lo que el narra, talvez alguien le contò, no era exactamente lo que el joven le ocurrìa, pero si exactamente semejante.Sergio hijo fue movilizado pero luego recibiò una beca para estudiar y se fue.La hija del Dr. Arguello : Marielos, el hijo de Carlos Tuhnnerman quedaron mas tiempo.los demas bajamos hasta que ya tenìamos los pies deshechos y las esperanzas rotas en esta revolucion traicionada, manipulada y como decìa Galeano desprestigiada.